martes, 3 de junio de 2014

Lo único que escuchaba era mi cabeza y el mar.
Y se mezclaban, se fusionaban.
Un hombre del más allá me hablaba,
pero la señal era mala.
La conexión con este ser era intermitente,
por momentos lo escuchaba a él,
y por momentos a un individuo que quería olvidar, que no me dejaba en paz.
Este ser me divertía,
me abría,
me emocionaba.
De otro mundo,
desde lo más profundo de su alma,
desde las estrellas,
desde algún planeta.
¿Marte?
Quizá otra galaxia.
Seguramente nunca lo sepa.
Quería salir de mi cabeza,
algo me estaba matando,
tan inusual en mi.
Ahora hago que no me importa,
pero en ese momento era la sombra que tapaba el sol.

El mar.
La Tierra debajo de mis manos.
Tan pequeño parecía todo,
tan inútil,
tan estúpido.
Pero a la vez era gigante.
Ese horizonte,
esa voz,
esa armonía del cosmos.

Tan inexplicable era todo…

Y el alma no me volvía,
y todo me llevaba al mar,
el bien, el mal,
el querer,
tanta nimiedad.
Todo era invisible.

Nada fue de verdad.

2 comentarios:

  1. Basta flaca, escribis cosas sin sentido alguno se ve que sos una grandota boluda al pedo y pajera necesitas cojer un poco.

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