sábado, 12 de abril de 2014

Hombro con hombro viendo los restos de la luz. Me cruzo con vos y con las melodías de esa entidad que nos enseñó a ser, que fue, es y seguirá siendo hasta que el sol deje de estallar.

Vos seguramente no te cruzas, no podés, no querés, no te importa demasiado, no me importa demasiado. No me importa nada.

Estuve leyendo sobre eso del túnel de la perdición, del dolor eterno, de las cosas que te lastiman como las noticias del mal que siempre recibis cuando agonizas.
Vivirlo más que a la vida es diferente, es más doloroso y precioso y hermoso y nada se cierra, nada, nada, nada empieza, nada termina, nada en el mar de la ignorancia, de la inexperiencia.

No creo que termine esto porque, repito, no empezó. Ni siquiera se encendió. No veo la chispa, no veo el inicio de el viejo túnel recorrido por esos señores que me hablaban hace una semana o dos, y no paraban, y me moría de horror por sus poesías y por sus tragedias. Mi no tan importante tragedia.