jueves, 12 de septiembre de 2013

El alma es como una mina virgen, exótica. No supiste que hacías hasta que la sangré no paró de brotar. Minerales más que necesarios, tan necesarios que no sabías para que usarlo. Sonidos del campo patagónico interrumpidos por martillos y palos.
Te volviste ciego por mirar la luz.
Hiciste que explote tu alma, la explotaste hasta que dejó de latir.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

¿No entendés que no soy así?
¿No entendés que la sangre me corre de otra manera?
Ni siquiera me corre, sino que me lastima.
Puedo separar el amor del dolor, y por suerte
sé elegir bien entre los dos.
A veces puedo saber qué va a suceder sin conocer el estado de las cosas,
conocer el abismo como si fuera mi casa.
Otras veces no entiendo porque las cosas se proyectan,
pero simplemente sé que te dejan algo en que pensar.

La Rosa

Nadie nunca supo de dónde salió La Rosa. La Rosa es de todos los  lugares. Ni siquiera sé si es de este universo o si es paralela al tiempo. Se dice que fue forjada a la fuerza, la naturaleza la expulsó sin poder detenerla ni un segundo y no paró hasta en una eternidad. Por siglos emanó fe, victimizó a la oscuridad y sangró por más de mil vidas. Pero siempre estuvo de pie, buscando su apoyo y encontrandolo en las galaxias más remotas de algún universo.
Repentinamente, sin aviso, alguien tomó su esencia y la deshizo en sus manos. La Rosa ya no fue una rosa. La Rosa fue cenizas. Un ser la encontró, un ser tan minúsculo que solo tiene un planeta en donde descansar la mente. En vez de dudar en qué universo estaba, este ser se limitaba a encerrarse en su pequeño territorio donde apenas el aire entraba. Este ser era el Hombre. ¿Cómo podía el Hombre tocar a La Rosa? El Hombre no podía ni siquiera asegurar que su propia existencia era un hecho, mucho menos iba a poder lidiar con la existencia de La Rosa. Sin embargo, este hombre creía. Creía en La Rosa, porque estaba ahí, esbelta y brillante sobre la mano. La observó por mucho tiempo con, casi diría, una mirada envidiosa. La Rosa era perfecta,era la inperfección más perfecta que el cosmos había creado. Por eso, en cuanto el Hombre vio dentro de sus pétalos, pudo saber instantáneamente que todo su poder y su historia eran completamente invisibles a los sentidos. No eran ni pensamientos ni sensaciones, eran Nada, pero a la vez eran los pilares que sostenían al Todo.
Demás está decir que el Hombre no comprendió ni uno de los rayos de luz que despedía La Rosa, ni el más mínimo sentido tenían para él. Así que la abandonó, la abandonó por ignorancia, por necedad, por falta de fe.
La Rosa fue abandonada no solo por el Hombre, sino que por toda su fe, su luz y su perfección. Éstos dejaron a La Rosa, pero no se fueron del Todo. Siguen sosteniendo al cosmos en los infinitos extremos de los universos que lo conforman.