viernes, 1 de noviembre de 2013

Silare es la ciudad donde viví toda mi vida. No recuerdo como llegué allí, no sé si tuve familia alguna vez. No sé si fui a la escuela. No me acuerdo. Mucha gente me habla todo el tiempo, me paran en la calle, me llaman por teléfono, aparecen en mi casa y me repiten las mismas estupideces siempre.  Me piden que los recuerde, que les hable, que los llame, que los trate como siempre los había tratado. Pero nunca los había tratado de ninguna forma, eran desconocidos. Claro que esto ya es usual y me sucede desde siempre, así que ahora simplemente los ignoro.
 Silare es un lugar perfecto para vivir, no podría vivir en otro lugar porque allí es donde pertenezco. No tiene ninguna magia, es una ciudad con calles como cualquier otra, casas de todos los colores y tamaños, edificios, comercios, plazas, fuentes, iglesias y gente. Mucha gente. A veces pienso que es demasiada. La población en general es físicamente parecida, todos de una estatura más bien alta, pelo castaño y grandes ojos verdes.
Al lado de mi casa había una pequeña biblioteca, algo no muy normal en Silare. Se dice que las bibliotecas son lugares de confusión, de los que a veces no podés salir nunca más, y por eso nunca me había atrevido a entrar a aquella. No sé como suelen ser las bibliotecas en general, pero esta era un edificio considerablemente alto y muy angosto. Tan angosto que de afuera se notaba que entraban como máximo dos personas a la vez.
Todas las tardes, luego de mi caminata diaria, luego de recorrer la ciudad de una punta a la otra, pasaba por enfrente de la biblioteca. Muchas veces me dieron ganas de entrar, pero siempre estaba vacía y nunca había nadie dentro, sin embargo contra la puerta de vidrio oscuro había un cartelito que decía abierto.
Una tarde sin pensarlo  me metí en el corto caminito que conducía a la puerta oscura de la biblioteca. Glopeé y esperé, pero nadie apareció. Vi una llave sobre la ventana. La tomé, abrí y entré
Cuando entré sentí como salía de la atmósfera terrestre y entraba en una nueva y desconocida. La habitación era enorme, parecía infinita. Estaba vacía y solo tenía libros contra las paredes. Pilas de miles y miles de libros. El lugar era tan grande que no llegaba a ver el otro extremo. Era imposible.
Salí de ese lugar para comprobar que mis ojos no me mentían, desde afuera era obvio que era un lugar pequeño, pero cuando volví a entrar seguía siendo enorme. Era una biblioteca más grande por dentro y cuando fijé esa idea en mi mente sentí que me iba volver loco.
Dejé la llave sobre una pila de libros y agarré uno de otra pila. En la tapa tenía el número 13.184. Lo abrí y  en la primera página decía "18/6/2000", seguí leyendo y habían solo palabras: "Malentendido. Enojo. Gritos. Llanto. Caminata. Dormir.". En la siguiente página decía "19/6/2000", y a continuación estaban las palabras "Desayuno, Dolor, Llanto, Perdón." Todo el libro tenía esa temática y cuando me fijé en otros libros, lo mismo. Todas eran fechas que iban en orden cronológico y estaban acompañadas de palabras. Luego de ver como 20 libros me di cuenta que no tenía sentido seguir mirándolos,así que comencé a caminar derecho por la biblioteca. Parecía infinita, no sé por cuanto tiempo caminé, pero estoy seguro que fueron horas y horas. La luz cada vez era más clara y cada vez había menos libros. De repente apareció en el medio del pasillo un hombre. Era anciano, muy anciano. Claramente era un habitante de Silare ya que era alto, flaco,con ojos verdes y la única diferencia era su pelo blanco. Creí que era de esos extraños que me encontraba en todos lados, pero no, ese hombre se me quedó mirando y no me dijo nada. Se sentó en el suelo y me miró como invitándome a sentarme con él. Lentamente bajé hasta quedar arrodillado.

-¿Qué es todo esto?-le pregunté. Mi voz sonó fuerte y enturbió el clima del lugar.
-Es vos.
Me quedé callado por varios minutos. No entendí porque dijo eso.
-¿Es usted el bibliotecario?
-Se podría decir.
Otro largo silencio llenó el ambiente.
-¿Cómo puede ser este lugar tan grande?- Sentí como me sudaban las manos. Estaba ansioso por saber qué era ese lugar imposiblemente real.
-Es vos.
-No entiendo, ¿podría ser más preciso?
-No podría ser más preciso. Es vos.
-¿Qué soy yo?
-Vos sabés.
-No, no sé.
-Si no supieras yo no estaría acá.- El anciano me sonrió amablemente, pero no pude comprender que era lo que me quería decir.
-¿Que significan las palabras y las fechas de los libros?
-Son vos.- Antes de que pueda contestarle me interrumpió. -Son tus memorias.
-¿Qué? ¿Cómo que mis memorias?
-Todo lo que alguna vez viviste en algún lugar está guardado en esta biblioteca. Este lugar sos vos.
Me quedé atónito. No entendía nada.
-Con el tiempo te vas a acostumbrar. Es un círculo infinito.
-¿El qué es un círculo infinito?
-La vida. Tu vida. Antes de hacer cualquier cosa, no te olvides de dejar la llave otra vez en la ventana. Tenés que dejarla antes de que llegue la  hora de la paradoja.
-¿Qué paradoja?
-La que está ocurriendo en este mismo instante.
El anciano me sonrió por última vez, dio media vuelta y caminó por el ancho pasillo de la biblioteca hasta que lo perdí de vista.
Estaba aterrado. Quería que sea un sueño, pero estaba consciente de que no lo era. Empecé a correr hacia donde había ido el anciano. Corrí y corrí, pero no lo encontré. Me di por vencido cuando vi que en una de las paredes había una mesita y sobre ella un aparato extraño. Me acerqué y vi la cara de un hombre, un hombre alto, de pelo castaño y ojos verdes que se acercaba hacia mi. Paré y el hombre paró. Seguí acercándome y el hombre se acercó. Estiré mi mano para tocarlo, pero él también me toco. El hombre en el vidrio se movía como yo, exactamente como yo,como si me copiara. Me toqué la cara y él hizo lo mismo. Era una reflexión de mi cuerpo. Miré para abajo, a la mesita y allí había un libro, pero era diferente a todos los demás. Lo abrí y estaba escrito a mano. En la primera página decía: "No es un aparato, es un espejo, refleja lo que hay enfrente de él. ¿Nunca te preguntaste por qué todos en Silare son terriblemente parecidos? ¿No te diste cuenta que son todos iguales a vos? ¿No te diste cuenta que todos son vos? ¿Por qué crees que no hay espejos en Silare? A nadie le gusta verse a si mismo, ¿por qué vos ibas a ser una excepción?"

Y ahí me di cuenta. Esas personas eran yo, esas que me decían que les hable, que las reconozca, que no las ignore. ¡De haberlo sabido las hubiera escuchado! Todas versiones de mi, caminando en una ciudad perfecta creada por mi mente. Y el anciano. El anciano era yo. La paradoja. Yo dos veces en el mismo lugar al mismo tiempo. Una versión del comienzo y la otra terminando.
Sentí que la angustia se apoderaba de mi pecho. Ya no podía medir el tiempo, no sabía si habían pasado horas o años desde que había entrado a ese lugar.Quise creerme que podía estar bajo control, pero miles de preguntas me atacaron. Antes de perder la cordura intenté poner mi mente en blanco y concentrarme en una sola cosa, lo que el anciano,o sea yo, me había dicho. "Tenés que dejarla en la ventana antes de que llegue la  hora de la paradoja." Mucho tiempo estuve hasta volver a la puerta principal ya que me distraje hojeando los libros, intentando recordar algo de lo que decía allí, pero no podía, no recordaba ni una palabra. Finalmente llegué, tomé la llave que estaba sobre la pila de libros, abrí la ventana y la dejé del lado de afuera. Me di vuelta y comencé a caminar otra vez hasta donde estaba el espejo y el libro. Cuando llegué me miré al espejo y sentí terror. Grandes y hondas arrugas llenaban mi cara y mis manos. Bajo mis ojos tenía ojeras, y mi pelo castaño ahora era completamente blanco. Era la copia exacta del anciano. Es que era el anciano. No supe que hacer, y antes de que me pueda mover escuché el ruido de una llave girando. Supe que era la hora. La paradoja ya había comenzado. Yo me estaba acercando a mi mismo para descubrir quién era. Y me di cuenta que no era nadie, solo recuerdos olvidados en una biblioteca.

Clepdrasia

Entrando en la ciudad de Clepdrasia se pueden ver al lado de los senderos flores plásticas que alumbran todo el dia al jardín invisible que rodea la ciudad. El jardín es invisible e inpenetrable. Los senderos se dirigen al centro de la ciudad. La ciudad no tiene brillo, es puro constraste. Literalmente. Puras sombras negras que forman edificios, casas, mercados, cines y teatros. De lejos Clepdrasia se ve como un gran piano con lucecitas fosforecentes -las flores de los senderos- que brillan todo el día.
Clepdrasia es una ciudad magnética. En el centro de la ciudad están comprimidos el brillo, los colores  y la luz que deberían ser parte de la gran arquitectura. Este centro y la ciudad en sí son como dos grandes imanes con cargas iguales que se repelen todo el tiempo, desde que el universo existe.
La gente (descolorida también), dice que ese pequeño pero infinito centro de la ciudad, es la puerta hacia la Nada. Dicen que la Nada magnetizó los colores y los llevó a nadie sabe donde. Muchas leyendas hay sobre este núcleo de poder, pero unos pocos sabemos que es la puerta hacia universos paralelos que se chocan entre si y comparten la energía y la luz. Clepdrasia en una ciudad generosa, le comparte su brillo y vida a todo el cosmos.