viernes, 21 de febrero de 2014

Era la hora más oscura. Entre el silencio y la realidad trastocada en la que te encontrás, no podés ya ni razonar. Exploras tu mente y te olvidas de tu cuerpo. Y analizas tus enfermedades, las vivis. Contagiás, te contagian. Te ahogas en materia gris, te desvaneces en la famosa nada. Matas pensamientos, sensaciones, tiempo, y cualquier signo de algo vagamente físico. Es increíblemente alto el nivel de decisión que tenés sobre tu mente, la pintas, la vaciás, la acomodás, la eliminás...
 Hambriento en la nada, esperando el indicio de algún ser milagroso. Miras qué pasa a tu alrededor, pero nada. Nada sucede. No hay nada a tu alrededor, solo vos y la nada, la soledad, frente a frente. Casi como si no pudieras respirar le suspiras, pero no te contesta. Porque es nada, te dice nada, te produce nada y te trasforma en nada.

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